
A un costado de la esperanza
la sensatez sigue girando.
La mesa está servida,
pero está poblada
de un ejército de carpas.
Todo se aleja.
Es tan espeso caminar por el pasillo
y ensartarse una aguja en el talón.
Es tan difícil
soportar el peso de los maderos
y comer un trozo de sazonada locura.
No es un camino largo,
pero una serpiente golpea
con su cola la espalda
y muchos pájaros picotean sobre la frente.
Al final hay una colina, nada más.
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