
Mi ciudad cayó rendida.
Mis murallas cedieron
Como palillos azotados por la palma de un niño.
En mis manos tengo el atlas de tus senderos.
Quiero conocer tus recovecos, tus formas,
tus sinuosas montañas
tus grutas.
Todo debo saberlo para contraatacarte.
Algún camino debe existir hasta tu reino.
Una sutil adherencia,
una botella de vino,
alguna palabra mágica
con la llave de tu sonrisa.
Alguna chispa debe haber
para que dejes de ser de hielo
Y así pueda devolver tu golpe
y caminar sonre tu triángulo de orégano
y recobrar en tus espigas de yegua indócil
las calles de la ciudad que me robaste.
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