
Sobre una ribera de cangrejos
tu y yo escribimos un poema.
Palabras pisoteadas por las gaviotas
o erosionadas por el viento.
Apenas tuvimos diez minutos para leernos en la arena.
Un viento de mar nos borroneó muchas palabras.
Luego, una ola bañó nuestros pies
y dejó la playa limpia de nuestros versos.
Parte de lo que escribimos voló con las gaviotas.
Otro tanto, flotó en una deriva de caracoles.
Y así, tan solo quedamos tu yo,
sin nuestras palabras y mirando el horizonte.
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