Recogí las astillas del espejo quebrado
donde tu reflejo quedó graficado
en segmentos,
como un rompecabezas
en la pelusa de la alfombra.
Levanté los trozos del espejo,
traté de rearmar tu silueta en
las baldosas del patio,
pero por más que lo intentaba
las piezas no encajaban.
Tus ojos no ensamblaban en tu
rostro.
Tus manos parecían las de otro
ser humano.
Logré unir todas las partes,
pero no era tuya la figura
resultante.
En el piso, en los guijarros del
espejo muerto,
estaba la imagen de algo similar
a una mujer o un hombre,
con la mirada triste y una
herida en el pecho,
con sus pulmones a la vista,
incendiados de colillas de
cigarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario