lunes, 5 de julio de 2010

EL GENERAL EN SU LABERINTO


Hay libros que se leen y regresan a las bibliotecas. Otros en cambio se quedan para siempre en la mesita de noche, espantando las alas del insomnio.
En mi caso, no he regresado "El General en su laberinto" al polvo de los anaqueles. Por el contrario, las correrías de Bolívar por el río Magdalena me acompañan. Incluso, recuerdo que en un viaje a Ciudad Bolívar llevé el libro conmigo y aún en la lejanía de mi hogar las páginas de ésta novela entretuvieron mi imaginación en las horas en que no tenía sueño.
Me gusta el lenguaje, la investigación histórica, el fino ojo de García Márquez para seleccionar detalles. Pero lo que más me deleita es leer a un Bolívar que dice groserías, que tiene dolor de estómago, que tiene el pecho blanco y las extremidades bronceadas. Es el retrato de un hombre real que padeció la cotidianidad, la traición y el hastío. No es la estatua fría que vemos en las plazas, sino un hombre que resbala y sueña, y a veces que cree que sus sueños pueden hacerse realidad y a veces piensa que sus ideas de libertad no son otra cosa que ideas infantiles.

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