sábado, 30 de enero de 2010

A VECES



A veces, en el ascensor,
sólo somos dos extraños:
dos absurdos,
como la humanidad que sube y baja.
Azotados por un huracán de negaciones,
contemplamos el reloj,
para evitar nuestras miradas.


A veces; bajo la dicha del árbol en la plaza,
quiero contarte mi vida, mi infancia y lo que quiero…
pero volteo y te miro callada y ausente
y entiendo que estás fuera de mi vida y de mi tiempo.


Pero justo en ese instante te volteas
y me obsequias la alegría de tus grandes ojos negros…
como un relámpago imprevisto me capturas
y sonríes apenada y nada puedo
decir cuando me dices :«¡Perdón!»
por no haberme escuchado.


Como una ola vas y vienes, no te cansas,
de llegar a mis arenas y volverte
hacia el mar invisible hecho con tus pensamientos
cada vez que volteas tu mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario