aunque estés tan lejos, tan remota en el ocaso…
Más allá de catedrales centenarias
tu nombre dejé oculto bajo tierra.
Como un niño quise sembrarte en el olvido,
pero cada noche navegué en un remolino de nostalgia.
Un río de sueños me arrastra al mar de tu memoria.
Eres una marejada que destruye el rompeolas del olvido.
Ojalá dejaras de aparecerte cada noche.
En la antesala de mis sueños, tu rostro me ronda y me sonríe.
Quizás, si no tuviera que dormir podría olvidarte;
pero en las noches, detrás las estrellas, están tus ojos negros…
Y así como te veo, me resigno al despertarme,
y acepto que soy un navío anclado a tu recuerdo.
Me encantó este poema la primera vez que lo leí, y me encanta cada vez que lo leo!
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