martes, 11 de agosto de 2009

Moby Dick

Todo empezó con Moby Dick.
Empece a leer este libro en la soledad de mi infancia, y fue no solo compañía sino designio y brújula de mi mayor pasión.
Acababa de cumplir los nueve años. Jamás había leído un libro. Mi infancia era una mezcla de claustro y una vida conmigo mismo. En casa, ademas, no salíamos mucho, y mis padres tenían su propia soledad, por lo que de algún modo eramos un hogar de egoistas y solitarios que nos negábamos a convivir entre nosotros.
No latía en mí la pasión de un viajero: pero con las primeras paginas de esta novela huí de los linderos de mi cuarto, de la cocina con su olor a masa frita, de la sala con cuadros tristes en las paredes, de nuestro comedor con manteles verdes y del balcón donde mi madre le prestaba más atención a sus helechos que a mí.
Nunca en mi vida había visto el mar, pero de la mano de Moby Dick navegué en el Pequod y sentí pasión, miedo y curiosidad por las ballenas.
¿Acaso sabría Melville que con su obra alimentaría las tardes de un niño que creció sin hermanos? De algún modo, esta novela tiene un toque de magia, pues logro alejarme de la television y de las comiquitas para dedicarme a leer, leer y leer...
En fin que se los recomiendo para que conozcan el tamaño de una obsesión, que a fin de cuentas es el tema del libro, una obsesión que tiene nombre y forma color: Moby Dick, la ballena y el color blanco.

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