
Tu voz germinó en mis recuerdos
del tiempo en que fuimos fugitivos.
del tiempo en que fuimos fugitivos.
Evadidos del algebra y los libros
nos refugiamos en el patio de la escuela.
Siempre hablabas tú.
Tu voz era un río de anécdotas perfectas.
Eras mujer, risa y palabra.
Tu mirada, quizás, buscaba los planetas.
O, simplemente, imaginabas
sutiles formas en las nubes viajeras.
Yo me quedaba en silencio.
Cada frase tuya era tan honda y risueña.
Ni siquiera quise hablar aquella tarde
cuando destrozamos una laja de piedra
y sorprendimos a una salamandra durmiendo
en el sueño anfibio de las yedras.
La distancia es más larga que tu voz.
Por eso, guardo tu sonrisa y tu acento,
embaladas en un rincón de mi equipaje
para cubrirlas del olvido y el tiempo.
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