En tus pies
navegaba la letanía de la lluvia
y el demorado cruce
de un viento templario.
Una pizca de sol
ardía en tu cintura
y otro tanto de luna
en el arco de tu sonrisa.
De tus ojos pasajeros
goteaba la nostalgia.
Dos cocuyos apagados
transitaban tu alma.
Pero de algún sitio brotaba
ese fuego:
esa luz sin motivo,
esa chispa que encendía
cada minuto de tu presencia.
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